XII

La asignación de valores constantes, fijos y estables sólo se justifica desde su carácter eterno o su naturaleza histórica, el mayor rigor e inmovilidad de los primeros no representa una oposición a los segundos, porque en el fondo comparten lo esencial: están dados. Si es la eternidad la que está al mando, el propio conocer puede ser santificado con independencia de lo que se conozca, todo ejercicio de representación será bueno y loable; si la historia toma las riendas, el conocimiento de cada época, verse sobre lo que verse, se tendrá en alta estima y se propondrá como modelo a seguir. La sociedad del conocimiento es el resultado de la desvalorización generalizada del obrar y del mundo, del profundo rechazo al acto de creación, a la puesta en cuestión como actitud básica del valorante. Todo puede y debe ser conocido porque nada vale nada o todo vale lo mismo; con suma diligencia, se desmantela y divide la imagen del pensamiento para organizar el reparto de las representaciones espúreas, los restos del banquete del saber, entre las comunidades planetarias de especialistas, técnicos y diletantes.